LITERATURA EGIPCIA NO FUNERARIA.

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El primer problema que encontramos cuando queremos hablar de la literatura del antiguo Egipto es el de decidir que denominamos literatura. Generalmente, como en la mayoría de literaturas

de la antigüedad, se toma un criterio muy amplio, de forma que solo se excluyen aquellas obras que son estrictamente prácticas (como por ejemplo listas, contratos, cartas o tratados técnicos). De hecho, es conveniente hacerlo así porque los egipcios mismos trataban de manera «artística» la mayoría de textos que redactaban. En los últimos años se ha investigado la cuestión de la «literalidad» de los textos egipcios. Estudios recientes parecen demostrar que buena parte de los escritos del antiguo Egipto estaban redactados en forma versificada. Es un verso basado en composiciones estróficas, preferentemente dísticos (de dos versos), formado siguiendo unos patrones gramaticales. Es decir, la métrica egipcia no se basa (como la nuestra, por ejemplo) en la combinación rítmica de un cierto número de sílabas que forman un verso y, si procede, en la agrupación de versos para constituir las estrofas; sino en el atenaza de determinadas estructuras.

En cuanto a los géneros, hay que decir que las clasificaciones modernas son difícilmente aplicables a las tipologías textuales egipcias.

En una primera subdivisión, podemos distinguir la literatura religiosa de la profana, a pesar de que el elemento religioso es a menudo muy presente en todo tipo de textos.

La literatura religiosa egipcia es muy rica, y presenta varios tipos de textos según el ámbito a que vayan destinados.

En el ámbito funerario corresponden las obras de tipos escatológico: los que tratan del último destino del hombre en la «vida» después de la muerte. Los escritos escatológicos más importantes son los Textos de las pirámides del Reino Antiguo, los Textos de los sarcófagos del Primer Periodo Intermedio y del Reino Medio, y el Libro de los muertos del Reino Nuevo. Los numerosos himnos, dirigidos a los dioses, a los reyes o a los atributos de la realeza eran destinados al culto. También hay que mencionar unas piezas teatrales —misterios— de temática mítica y religiosa y la singular Teología Memfita como obra de carácter teológico.
La literatura profana presenta tres grupos claramente definidos que denominamos: literatura sapiencial, narrativa y poesía lírica.

La primera constituye uno de los géneros más típicamente egipcios y más apreciados al largo decís siglos. En efecto, la literatura sapiencial (también llamada doctrinal o didáctica) es constituida de textos llamados, enseñanzas» o «instrucciones» que se atribuyen a un autor, real o ficticio, que se dirige a su hijo o discípulo dándole indicaciones y consejos sobre cómo tiene que actuar en determinadas situaciones y hacia sus superiores, parecidos o subordinados. encontramos de estilos muy variados, desde la llamada Sátira de los oficios —que presenta un escriba defendiendo las virtudes de su oficio ante su hijo, contraponiéndolas a los inconvenientes de las otras ocupaciones—, hasta la Instrucción de Amenemes I para su hijo Sesostris I —en que el padre se aparece al hijo y lo informa de su muerte asesinado traidoramente (véase la Historia de Sinuhé), y aprovecha para instruirlo sobre las obligaciones del buen gobernante— pasando por la Instrucción de Amenemope, que ofrece unos parecidos (que no pueden ser casuales) por estructura y contenido con el Libro decís Proverbios del Antiguo Testamento.

También podemos incluir aquí obras más retóricas como las «lamentaciones», la más famosa de las cuales son las Lamentaciones de Ipu-ur, del Primer Periodo Intermedio, que además algunos ha considerado un documento histórico de la crisis que marcó el fin del Reino Antiguo.

La narrativa tiene numerosos e interesantes ejemplos, sobre todo de cuentos. El Reino Medio es el época de eclosión de este tipo de obras, de las que destacamos tres textos importantes: la Historia de Sinuhé, el Cuento del Náufrago y los Cuentos del papiro Westcar, donde la temática de la narrativa egipcia es muy variada, desde las narraciones de viajes —Viaje de Unamon (Baja Época) — hasta cuentos fantástica —Los dos hermanos—, pasando para alegorías —Verdad y mentira— y mitos —Horus y Siete.

También tenemos narraciones de gestas militares como la Conquista de Joppa o la Batalla de Qadesh que podrían incluirse dentro del género épico. Las patrañas constituyen  un género que fue muy popular entre los egipcios.

Entre las obras de tipo más lírico mencionaremos, por un lado, composiciones como el Diálogo del suicida con su alma y el Canto del arpista de la tumba de Intef que reproduce —adelante la lettre— lo conocido motivo del carpe diem. Por otro lado, tenemos un número considerable de poesías amorosas.

La literatura egipcia que nos ha llegado iba destinada a ser recitada en voz alta más que a la lectura individual. Algunas composiciones (cantos de arpista y poesías amorosas) iban destinadas a la interpretación en público con acompañamiento instrumental. Los textos religiosos, a causa de su carácter piadoso, tenían que ser recitados o cantados (sobre todo los himnos) porque pudieran producir su efecto sobrenatural. No obstante, algunos textos no hacía falta que fueran recitados ni tan solo leídos, porque el solo hecho que fueran puestos por escrito ya permitía la realización mágica del contenido.

Esto es aplicable sobre todo a la literatura escatológica, que se escribía sobre las paredes de la tumba, al sarcófago o sobre un papiro que se depositaba al lado del difunto.

 

 

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