Cartas de Jesús

Autores: Desconocidos.

Fecha probable de composición: A mediados del siglo III.

Lugar de composición: Desconocido.

Lengua original: Siríaco.

Fuente: Traducciones al griego a partir del siglo IV, algunas conservadas en los manuscritos de la Historia eclesiástica, de Eusebio de Cesarea.

 

Introducción y comentario de Eusebio de Cesarea:

Entre la literatura declarada apócrifa llama la atención la correspondencia epistolar mantenida presuntamente entre Jesús y el rey Abgaro de Edesa. La tradición supone que si las facultades taumatúrgicas de Jesús eran tan ilimitadas, habría sido natural que su fama traspasara las fronteras de Palestina. Esta tradición recoge la leyenda de unas relaciones epistolares entre el rey Abgaro V de Edesa, calificado Tácito como Rex Arabum Acbarus, y el mismo Jesús. Este personaje reinó en Mem, desde el año 4 a. de. C. hasta el 7 d. de. C. y luego desde el 13 hasta el 50 d. de. Enfermo de lepra, dirigió a Jesús una carta en la que le rogaba que viajara hasta Edesa para curarlo. Jesús le prometió enviarle un discípulo después de su ascensión. Esta leyenda conectaba la presencia del cristianismo en Edesa con la época apostólica. Es posible que esta tradición pudiera remontarse al siglo III. De las dos fuentes documentales que la testimonian, la Doctrina de Addai y el texto de la Historia de la Iglesia de Eusebio de Cesarea, traducimos el relato de Eusebio, que registra incluso la fecha del año 340.

La divinidad de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a causa de su actividad taumatúrgica, fue conocida por toda la humanidad. Con ello se granjeó también entre los que residían en el extranjero, muy lejos de Judea, muchos miles de adeptos, que esperaban la salud de sus enfermedades y de muchas otras molestias. Ahora bien, el rey Abgaro, que gobernaba gloriosamente sobre los pueblos de más allá del Éufrates y que padecía una grave enfermedad corporal, incurable para las fuerzas humanas, tuvo noticia del famoso nombre de Jesús y de sus milagros públicamente reconocidos. En consecuencia, se dirigió por medio de un emisario, portador de una carta de súplica, en la que solicitaba la curación de su enfermedad. Para salir al paso de esta petición, Jesús no hizo nada entonces, pero lo honró con una carta personal, en la que le prometía enviarle a uno de sus discípulos con el encargo de librarlo de su enfermedad y a la vez otorgarle a él y a los suyos la salud del alma.

No tardó en cumplir su promesa. Pues después de la ascensión de Jesús al cielo, Tomás, uno de los doce apóstoles, por mandato divino, envió a Edesa a Tadeo, que pertenecía al grupo de los setenta discípulos de Cristo. Iba como predicador de la doctrina de la salvación y para cumplir la promesa hecha por el Salvador. Sobre el asunto hay un testimonio escrito, recogido en los archivos reales de la ciudad de Edesa… Especialmente, hay una carta que hemos tomado del archivo y hemos traducido literalmente del siríaco. Su texto es el siguiente:

 

1-.Copia de la carta escrita por el rey Abgaro a Jesús y enviada a Jerusalén por medio del correo Ananías

Abgaro Ukkámá, príncipe de Edesa, a Jesús el Salvador bueno que ha aparecido en Jerusalén, salud.

He tenido noticia de actividades tuyas y de las curaciones que realizas sin medicinas ni hierbas. Pues según cuentan, devuelves la vista a los ciegos, haces andar a los cojos, limpias a los leprosos, expulsas a los espíritus inmundos y a los demonios, sanas a los atormentados por largas enfermedades y resucitas a los muertos. Después de escuchar todas estas noticias acerca de ti, se me ha ocurrido que es por una de estas dos cosas: o porque tú eres Dios, que has bajado del cielo y realizas estas cosas, o eres Hijo de Dios y por eso las haces. Por esta razón, pues, te he escrito rogándote que te tomes la molestia de venir hasta mí para curarme de la enfermedad que me aflige. Pues también he oído decir que los judíos murmuran contra ti y pretenden hacerte mal. Yo tengo una ciudad muy pequeña, pero digna, que es suficiente para los dos.

 

2-.Respuesta de Jesús al príncipe Abgaro por medio del correo Ananías

Abgaro, eres dichoso por haber creído en mí sin haberme visto. Pues de mí está escrito que los que me hayan visto no creerán en mí, para que aquellos que no me hayan visto crean y vivan. Y sobre lo que me has escrito pidiéndome que vaya hasta ti, es preciso que cumpla aquí todas aquellas cosas por las que fui enviado. Entonces subiré de nuevo al lado del que me envió.

Pero cuando sea elevado al cielo, te enviaré a uno de mis discípulos para que cure tu enfermedad y os otorgue la vida a ti y a los tuyos.

 

3-.Escrito, compuesto en siríaco, unido a las cartas anteriores.

(Eusebio de Cesarea, Historia de la Iglesia, I, 13, 121)

Después de la ascensión de Jesús a los cielos, Judas, llamado también Tomás, envió al apóstol Tadeo, uno de los setenta, a Abgaro. Llegó, pues, y habitó en casa de Tobías, hijo de Tobías. Cuando se extendió la noticia de su llegada y de los milagros que realizaba, le fue comunicado a Abgaro que había llegado un apóstol de Jesús, según se lo había prometido por carta. Tadeo, pues, comenzó a curar por el poder de Dios toda enfermedad y dolencia, de modo que todos quedaban admirados.

Cuando Abgaro oyó las maravillas, los milagros y las curaciones que hacía en el nombre y en el poder de Jesucristo, cayó en la sospecha de que este podría ser el que le prometió cuando le dijo: «Cuando sea elevado al cielo, te enviaré a uno de mis discípulos que te curará y os otorgue la vida a ti y a todos los tuyos». Mandó llamar a Tobías, en cuya casa se hospedaba, y le dijo: «He oído decir que está hospedado en tu casa un hombre poderoso, que ha llegado de Jerusalén y realiza muchas curaciones en el nombre de Jesús». Tobías dijo: «Sí, Señor, ha llegado un extranjero que se aloja en mi casa y realiza muchos milagros». Abgaro le dijo: «Tráelo a mi casa». Tobías entonces regresó a su casa y dijo a Tadeo: «El príncipe Abgaro me ha mandado llamar y me ha rogado que te lleve hasta él para que tú cures su enfermedad». Tadeo repuso: «Vamos, porque he sido enviado con poderes precisamente por él».

Tobías, levantándose temprano al día siguiente, tomó consigo a Tadeo y se dirigió a casa de Abgaro. Cuando llegó, rodeado Abgaro de sus próceres, creyó ver en el rostro de Tadeo que entraba no sé qué de divino. Abgaro, al verlo, adoró a Tadeo. Los presentes fueron presa de la admiración, pues no veían la visión que solamente era visible para Abgaro. Este preguntó a Tadeo: « ¿Eres tú en verdad discípulo de Jesús, el Hijo de Dios, que me dijo: «Yo te enviaré a uno de mis discípulos, que curará tu enfermedad y os otorgará la vida a ti y a todos los tuyos?». Tadeo respondió: «Porque has creído firmemente en el Señor Jesús que me ha enviado, por eso he sido yo enviado a ti. Y si crees más y más en él, se cumplirán todos los deseos de tu corazón de acuerdo con tu fe». Abgaro le dijo: «He creído en él de manera que desearía destruir con un ejército a los judíos que lo crucificaron, si no hubiera desistido de ello por temor al poder de los romanos».

Tadeo añadió: «Nuestro Señor y Dios Jesucristo cumplió la voluntad de su Padre. Después de haberla cumplido, regresó junto a su Padre al cielo». Abgaro le dijo: «Yo también he creído en él y en su Padre». Tadeo replicó: «Por eso impongo mi mano sobre ti en el nombre del mismo Señor Jesús». Hecho esto, inmediatamente quedó curado Abgaro de la enfermedad y la dolencia que lo aquejaban. Abgaro se llenó de admiración porque lo que había oído decir sobre Jesús lo veía ahora cumplido de hecho por su discípulo y apóstol Tadeo, ya que sin medicamentos ni hierbas le había devuelto la antigua salud. Y no solamente a él, sino también a un tal Abdo, hijo de Abdo, que padecía de gota. Pues se postró suplicante a los pies de Tadeo y, recibiendo su bendición con la imposición de las manos, quedó curado.

El mismo apóstol curó también a muchos ciudadanos haciendo numerosos milagros y predicando la palabra de Dios. A continuación, dijo Abgaro: «Tadeo, tú haces estas cosas por el poder de Dios, por lo que te admiramos. Pero, además de esto, te ruego que nos expliques cómo sucedió la venida de Jesús, cómo fue su poder y con qué autoridad hacía las cosas que hemos escuchado». Tadeo respondió: «Ahora voy a callar, ya que he sido enviado a predicar la palabra. Pero mañana congrégame a todos tus conciudadanos; ante ellos predicaré la palabra de Dios y sembraré en ellos la palabra de la vida. Os contaré cómo fue la venida de Jesús y su misión, por qué razón fue enviado por el Padre; os hablaré del poder de sus obras y de los misterios de los que habló en el mundo; con qué potestad hacía tales cosas; cómo fue su nueva predicación, y la pequeñez, la sencillez y la humildad del que era hombre en apariencia; cómo se humilló a sí mismo y murió; cómo ocultó su divinidad; cuánto padeció de parte de los judíos, fue crucificado y bajó a los infiernos…».

Este relato lo he traducido del siríaco literalmente no sin provecho. Ojalá encuentre aquí su lugar idóneo.

 

4-.Carta de Jesús acerca del domingo

Autor: Desconocido.

Fecha probable de composición: Anterior al siglo VI.

Lugar de composición: Desconocido.

Lengua original: Griego.

Fuente: Siete versiones diferentes agrupadas en tres recensiones. En este caso se utiliza la recensión A transmitida por un códice griego del siglo XV, de la Biblioteca Nacional de París.

Liciniano, obispo de Cartagena (muerto antes de 602), había escrito un ataque contra los que creían en cartas venidas del cielo debido a que Vicente, obispo de Ibiza a la sazón, había enviado al primero un escrito que presumía de serlo. Según Liciniano, tal escrito apócrifo parecía «judaizar» en el sentido de posponer el domingo frente al sábado judío.

La carta enviada por Vicente, que se creía perdida, ha sido identificada —según A. De Santos Otero, con una epístola transmitida en griego en la Iglesia oriental, muy apreciada a partir del siglo VI. El texto se presenta a sí mismo como una carta escrita por el mismo Jesucristo y venida desde el cielo hasta el altar de san Pedro en Roma.

De las tres redacciones conocidas, traducimos la del códice 925 de la Biblioteca Nacional de París, representante de la etiquetada como redacción A.

 

Prólogo del copista

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Relato acerca del domingo, día santo del Señor entre los demás días, en el que resucitó de entre los muertos, el Señor y Dios nuestro Jesucristo. Bendice, Señor. Carta del Señor, Dios y Salvador nuestro Jesucristo, enviada a la antigua Roma, al templo de san Pedro, príncipe de los apóstoles a quien dijo Cristo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra será atado en el cielo, y cuando desatares sobre la tierra será desatado en el cielo» Esta carta quedó suspendida en el aire en medio del templo. Pero se apareció en sueños al obispo de Roma, Pedro, el gran apóstol del Señor, y le dijo: «Levántate, obispo, mira la inmaculada carta de nuestro Señor Jesucristo». El pontífice se levantó tembloroso y entró en el santuario. Al ver la inmaculada carta en medio del templo colgada en el aire, gritó llorando: «Grande eres, Señor, y admirables son tus obras, porque nos has manifestado esta carta para todo el mundo». Y llamando a toda la multitud de los clérigos de la gran iglesia, sacerdotes, monjes, hombres, mujeres y niños, decían entre lágrimas durante tres días y tres noches: «Muéstranos, Señor, tu abundante misericordia a tus humildes e indignos suplicantes». Y hacia la hora de tercia del día bajó la inmaculada carta hasta las manos del pontífice, el cual, postrándose y besándola con temor y temblor, la abrió y encontró que decía:

Texto de la carta

Mirad, mirad, hijos de los hombres, que os he dado el santo domingo, pero vosotros ni lo habéis apreciado ni celebrado. Envié naciones bárbaras, y derramaron vuestra sangre. Realicé muchas cosas terribles, pero ni aun así hicisteis penitencia. ¿No habéis oído el evangelio que dice: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán por los siglos?». Os envié tormentas, heladas, pestes y terremotos sobre la tierra, granizada, langostas, orugas, saltamontes y otras muchas cosas por causa del día santo del domingo, y no hicisteis en absoluto penitencia. Os di trigo, vino, aceite y toda clase de bienes, y en cuanto os saciasteis, volvisteis a vuestra maldad. Pretendí destruir a todo hombre por causa del domingo santo, pero de nuevo me compadecí por la plegaria de mi inmaculada madre, y de los santos ángeles, apóstoles y mártires, y hasta del Precursor y Bautista. Pues apartaron mi cólera de vosotros. Viudas, huérfanos y pobres claman en mi presencia, pero no tuvisteis compasión de ellos. Las gentes se compadecen, pero vosotros los cristianos no tenéis misericordia. Di a los hebreos la Ley por medio de Moisés, y no la quebrantan. A vosotros os he dado el santo evangelio y mi ley y mi bautismo, pero no lo guardáis.

¿No sabéis, hombres, que en el primer día hice el cielo y la tierra y el principio de los días y de los tiempos, y que lo denominé domingo luminoso, Pascua grande y resurrección? Por eso, todo hombre bautizado debe honrarlo y celebrarlo y frecuentar la iglesia santa de Dios. ¿No sabéis que en viernes hice al primer creado Adán y a Eva, y que nuevamente en viernes fui crucificado y sepultado, y que en domingo resucité por la salvación del mundo? Por esta razón os ordené que todo cristiano ayune absteniéndose de carne, queso y aceite los miércoles y los viernes. ¿No sabéis que el día santo del domingo me alojé en casa de Abrahán gracias a su hospitalidad cuando incluso sacrificó un ternero en obsequio de la Santa Trinidad?. También en domingo me aparecí a Moisés en el monte Sinaí, y después que ayunó cuarenta días, le hice entrega de las tablas escritas por Dios [quiero decir la Ley]. También el día santo del domingo, mi arcángel Gabriel trajo el mensaje del «Dios te salve» [quiero decir la anunciación]. También en domingo recibí el bautismo de manos del Precursor, para daros ejemplo y para que no sintáis orgullo al ser bautizados por unos pobres sacerdotes. [No seáis orgullosos, no lo seáis ni siquiera frente a un pobre cualquiera.] Pues Juan, el que me bautizó, no tenía para vestirse sino unos pelos de camello, y ni comía pan ni bebía vino. ¡Ay del que no honra a su padrino ni a sus propios hijos! ¡Ay de los que pisotean la cruz! ¿No sabéis que en el día santo del domingo juzgaré a la tierra entera y haré presentarse ante mí a reyes y mandatarios, ricos y pobres, desnudos y descamisados? Juro por mi trono excelso que, si no guardáis el día santo del domingo, los miércoles, los viernes y las fiestas más señaladas, tengo que enviar bestias venenosas para que devoren los pechos de las mujeres que no amamantan bebés porque no tienen leche materna, y lobos salvajes raptan a vuestros hijos. Maldito es el hombre que no honra el día santo del domingo desde la hora nona del sábado hasta la aurora del lunes, y que no respeta el ayuno y la abstinencia los miércoles y los viernes. Glorificad, pues, mi nombre grande.

Y si tampoco hacéis estas cosas, no os enviaré otra carta, sino que abriré los cielos y haré llover fuego, granizo, agua hirviendo, porque el hombre no acaba de enterarse; provocaré terremotos terribles y haré llover sangre y ceniza en el mes de abril; aniquilaré toda semilla, viña y plantas, y haré desaparecer vuestras ovejas y rebaños por causa del domingo santo. Voy a enviar bestias aladas para que coman vuestras carnes, de modo que digáis: «Abrid las sepulturas los que desde los siglos estáis descansando y escondednos de la ira del Señor Dios Todopoderoso». Oscureceré la luz del sol y haré surgir las tinieblas como hice en otro tiempo con los egipcios por medio de Moisés, mi siervo. Enviaré al pueblo de Israel para que los reduzca a esclavitud y los haga perecer con muerte cruel y a espada. Entonces lloraréis y haréis penitencia. Entonces volveré mi rostro para no oíros, y ello por causa del domingo santo. Hombres malhechores, embusteros, adúlteros, rebeldes, impíos, injustos, odiosos, traidores, intrigantes, blasfemos, hipócritas, abominables, falsos profetas, ateos […], esquivos, […], que odian a sus hijos, que pisotean la cruz, ambiciosos del mal, desobedientes, calumniadores, que odian la luz y aman las tinieblas, que dicen: «Amamos a Cristo y ultrajamos al prójimo», siendo odiados devoramos a los pobres […]. ¡De cuántas cosas tendrán que arrepentirse en el día del juicio los que practican estas conductas! ¿Cómo no se va a romper la tierra y os devorará vivos? Porque realizan las obras del diablo y heredarán la maldición en compañía de Satanás. Sus hijos, como el polvo, desaparecerán de la faz de la tierra. Por mi madre inmaculada, por los querubines de muchos ojos y por Juan el que me bautizó, que esta carta no ha sido escrita por un hombre, sino que lo ha sido enteramente por mi Padre invisible. Si se encuentra algún insensato o malintencionado, que diga que esta carta no viene de Dios, heredará la maldición tanto él como su casa, lo mismo que Sodoma y Gomorra; y su alma irá al fuego exterior, porque no tiene fe. Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

¡Ay de aquel sacerdote que no acoja esta carta y no la lea ante el pueblo! ¡Ay también de aquella ciudad y de aquel pueblo que no la escuche de todo corazón! ¡Ay del hombre que ultraja y deshonra al sacerdote! Porque no ultraja al sacerdote, sino a la Iglesia de Dios, a su fe y a su bautismo. Pues el sacerdote ora por todo el pueblo, por los que lo odian y los que lo aman. ¡Ay de los que conversan durante la sagrada liturgia, y escandalizan al sacerdote que está rezando por los pecados de todos ellos. Porque el sacerdote y el diácono oran por el pontífice y por el pueblo cristiano. ¡Ay de los que no honran a su propio padrino! Él llevó la cruz a tu casa y fue para fi un segundo padre por el bautismo. ¡Ay de los que no creen en las sagradas escrituras! ¡Ay de los que adosan casa con casa y campo con campo, para no dar facilidades de expansión al prójimo! ¡Ay de aquellos que despojan a los obreros de su salario! ¡Ay de los que dan su dinero con interés!, porque serán juzgados con Judas. ¡Ay del monje que no permanece en el monasterio y en la santa iglesia de Dios! ¡Ay del monje que cae en la fornicación! ¡Ay del que abandona a su propia mujer y se une con otra! Maldito sea el sacerdote aquel que no lea esta carta delante de los hombres, porque cierra el reino de Dios delante de ellos, y ni entra él ni permite que entren los que quieren. Bendito el sacerdote que posee y lee esta carta delante del pueblo, y la copia para otras ciudades y regiones. En verdad os digo que encontrará su recompensa y el perdón de los pecados en el día del juicio. ¡Ay del amo de casa que no hace fructificar su hacienda!, porque como madera estéril será consumido en el fuego. ¡Ay del que presenta dones en la iglesia y está enemistado con sus prójimos! ¡Ay del sacerdote que celebra los santos oficios estando enemistado!, pues no está solo durante la celebración, sino que también los ángeles celebran los oficios con él. Yo, Dios, soy el primero, y estoy también después de estas cosas, y fuera de mí no hay ningún otro. ¿Adónde podréis huir de mi rostro? ¿O dónde os esconderéis? Yo examino los corazones y los riñones, conozco los razonamientos de los hombres y lo que está oculto lo haré manifiesto. Yo ordeno que todo hombre confiese fielmente a su padre espiritual lo que ha hecho desde su juventud. Pues tal padre ha sido dado por mí y por mi santa Iglesia para atar y desatar los pecados de los hombres. Dichoso el hombre que ha honrado el día santo del domingo. Yo, Cristo, lo he bendecido, por lo que será bendito.

 

Epílogo añadido por el copista de la carta

El arzobispo, papa de Roma, ha dicho a todos: «Hermanos e hijos de nuestra humildad, escuchad; reyes y autoridades, comprended y aprended a hacer el bien; juzgad y escuchad lo que es justo, patriarcas, metropolitas, obispos, rectores, padres espirituales, sacerdotes, monjes, diáconos y todo el pueblo cristiano del Señor; observad lo que ha ordenado Cristo el Señor sobre el día santo del domingo, para que tengáis paz en este mundo presente. Sin el amor puro, nada bueno posee el hombre. Del mismo modo que los alimentos sin sal son inservibles e inútiles, así también los hombres sin amor son inútiles. Por eso os mego: guardad y honrad el santo día del domingo y de la resurrección, (que es como se ha llamado) y las solemnes fiestas, para que halléis misericordia en el día del juicio en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien sea dada la gloria y el poder por los siglos. Amén».

 

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