La Fé en las Ciencias Ocultas |

Palabras al lector.

El ocultismo se encuentra, actualmente, en un período de flujo. El tiempo parece lejano cuando H. Bergson, en ocasión de una conferencia en la Society for phchical Research, de Londres, el 28 de mayo de 1913, dijo: «Admiro el valor que han tenido ustedes, durante los primeros años sobre todo, para luchar contra las prevenciones de una gran parte del público y para desafiar la burla que asusta a los más valientes».

Asistimos a un renacimiento innegable del ocultismo tradicional, como también al despuntar de un neocultismo que, en nuestra época en movimiento, es una de sus manifestaciones más típicas. En la misma Unión Soviética, contra todo lo que era de esperar, la curiosidad y la sed por lo oculto buscan nuevos caminos, bajo una forma extrañamente paracientífica, la sola que les está abierta…

Resulta que este fenómeno coincide con el «Diálogo» preconizado por la Iglesia, en especial por Pablo VI en su Encíclica Ecclesiam suam y Vaticano II en la Constitución pastoral Gaudium et Spes. El ocultismo interesa a los católicos con parecido interés a todas las formas del pensamiento moderno.

Dialoguemos, pues…

Un sencillo feligrés, miembro de la Iglesia docente, sólo puede emitir su opinión personal y éste es el motivo que nos ha dictado una fórmula que, sin duda, será considerada nueva, audaz tal vez, la de la crítica católica. Somos católicos y así lo afirmamos, pero es solamente nuestro juicio el que presentamos en este pequeño libro.

Antes de examinar el ocultismo desde esta perspectiva, se impone una aclaración preliminar, consistente en presentar, ante todo, sus diversos aspectos, y luego considerarlos desde dos ángulos: el del orden público francés y el de la crítica científica. Hemos visto que se presentan dos «aspectos previos», que deben preceder a un examen religioso. Los hemos expuesto lo más concreto posible, como lo requería el tema. Nuestras conclusiones se han visto iluminadas y, entonces, con mayor seguridad hemos abordado el problema espiritual, sin eludir un problema del que resulta absurdo hablar con una sonrisa: el del praeternatural demoníaco, cualesquiera que sean las conclusiones que cada uno saque del mismo.

Pensadores eminentes han querido contribuir a este modesto estudio: nuestro querido amigo Robert Amadôu, el profesor G. Heuyer, el profesor Ceccaldi, Jean Daujat y otros más.

Un agradecimiento especial se merece Paul Couderc, astrónomo titular del Observatorio de París, quien nos ha dado su opinión sobre las últimas teorías astrológicas en forma de una carta que nosotros publicamos en el Apéndice.

El ocultismo representa un tema inmenso, inagotable. El lector no encontrará en estas páginas, por tanto, un sumario, ni siquiera un estudio profundo. Nuestra ambición se ha limitado a hacer resaltar algunos puntos esenciales con el fin de situarlos bajo la luz católica.
A.M.

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