LA SÁBANA SANTA.

 Por Roberto Piorno

Periodista e historiador

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HIPÓTESIS SOBRE LA SÁBANA SANTA

LA CIENCIA Y LA FE SE ENFRENTAN PARA DAR LUZ A LOS MISTERIOS QUE RODEAN AL SUDARIO DE TURÍN, UNO DE LOS VESTIGIOS ARQUEOLÓGICOS MÁS ESTUDIADOS POR LOS EXPERTOS DURANTE EL SIGLO XX Y QUE CONTINÚA INVESTIGÁNDOSE HOY DÍA.

Ninguna reliquia como el Sudario de Turín sintetiza la tensión ancestral entre ciencia y fe, una dicotomía que se manifiesta incluso dentro del ámbito del análisis científico. Muchos estudiosos, de reputación más o menos dudosa, se acercan a la Síndone con el propósito de reafirmar con datos empíricos su presunta vinculación a la figura de Jesucristo, acomodando los indicios a un diagnóstico realizado a priori y, por ello, viciado desde el origen y carente de cualquier rigor científico. Por el contrario, desde el bando de los escépticos, cualquier aportación al debate que cuestione la versión oficial sugiriendo una datación alternativa o una enmienda parcial a la cronología del radiocarbono es automáticamente denostada. Lo cierto es que, a finales del siglo XIV, la autenticidad de la Sábana Santa estaba ya seriamente en tela de juicio. Es más, a juzgar por las fuentes del período, existían menos dudas entonces que hoy acerca de sus controvertidos orígenes. El Memorándum D’Arcis, cuya historicidad siempre ha sido muy cuestionada por los defensores de la autenticidad de la pieza, es un documento datado en 1389 esencial para acercarnos a los orígenes históricos de la reliquia. Se trata de una carta del obispo Pierre D’Arcis al papa Clemente VII en la que aquél pone sobre aviso al pontífice respecto a la probada falsedad del Sudario de Turín.

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La Sábana Santa de Turín.

ADVERTENCIA EPISCOPAL.

La pieza estaba expuesta en la iglesia de Lirey, y el obispo advertía ya entonces de que se trataba de un fraude. Al parecer su predecesor, Henri de Poitiers, había efectuado una rigurosa investigación sobre el lienzo, descubriendo al autor de la falsa reliquia, un pintor que había confesado la trampa. Clemente, con todo, decidió que la reliquia permaneciera a la vista de todos en Lirey, no como tal reliquia, cuya falsedad parecía probada, sino como representación artística de la misma, apelando a su valor simbólico.

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La sábana Santa en negativo y positivo.

Sea o no auténtico el Memorándum, lo cierto es que no hay rastro del Sudario en las fuentes hasta bien entrado el siglo XIV, fecha que, además, coincide con la datación por radiocarbono resultante del análisis de la Síndone realizado en 1989. Las fuentes apuntan inequívocamente al origen medieval de la pieza. Ante estas incertidumbres, en 1977 se efectuó el primer estudio científico completo de la supuesta reliquia con el propósito de despejar las dudas sobre su autenticidad de una vez por todas. El análisis corrió a cargo de la STURP (Shroud of Turin Research Project), que concluyó que no había evidencia de que el lienzo fuese una falsificación. El problema, y no menor, es que el proyecto estaba financiado por la Holy Shroud Guild, una organización católica consagrada, a la promoción de la sagrada sábana. Hay más: la abrumadora mayoría de miembros del comité científico eran católicos y, aunque admitían dudas razonables y puntos oscuros, no negaban categóricamente que pudiera tratarse de un fraude, pero tampoco excluían la posibilidad de que el Sudario fuera auténtico. Entre ellos, con todo, surgió una voz discordante, la del microscopista Walter McCrone, que detectó en el lienzo, entre las presuntas manchas de sangre, restos de témpera a base de ocre rojo y bermellón con aglutinante de colágeno, dictaminando, en consecuencia, que la misteriosa imagen de Cristo en el lienzo era con toda probabilidad una pintura. Sus conclusiones no fueron bien recibidas por el comité de sabios de la STURP y, ante las críticas de sus propios colegas, McCrone optó por presentar su dimisión en 1980, cansado de que se pusiera su capacidad en tela de juicio.

POSTURA DESCONCERTANTE.

Las manchas de sangre no son, ni mucho menos, el único problema que presenta la efigie humana del Sudario. Llama la atención la posición de los cabellos en dirección a los hombros, siguiendo el patrón, por otro lado, de las representaciones pictóricas medievales de Jesucristo. En un cuerpo acostado como el que, presuntamente, envolvió el sudario de Turín, el pelo debería caer forzosamente hacia atrás y debería haber quedado impreso en la imagen con una disposición muy diferente. Llamativa es también la posición de las piernas en relación con las plantas de los pies, que parecen estar en contacto con el suelo. En esa postura las rodillas deberían estar necesariamente flexionadas, y sin embargo aparecen perfectamente rectas, en una posición anatómica casi imposible. El análisis forense de la imagen también arroja dudas acerca de la disposición de otras partes del cuerpo, y de entre todas ellas es muy relevante la sospechosa ubicación de las manos cubriendo los genitales, un procedimiento extraño que quizá revela el pudor medieval del presunto autor de la falsificación, que trataría de evitar una estampa de Jesús poco decorosa.

EN 1989, LA SANTA SEDE AUTORIZÓ A TRES CENTROS DE INVESTIGACIÓN INDEPENDIENTES LA REALIZACIÓN DE EXÁMENES DE RADIOCARBONO

Muchos expertos en arte han identificado, por otro lado, rasgos góticos y bizantinos en la imagen del lienzo, pero el argumento definitivo acerca de la presunta falsedad del Sudario llegó en 1989, cuando la Santa Sede autorizó a tres centros de investigación independientes la realización de exámenes de radiocarbono sobre un trozo extraído de una de las esquinas de la pieza. La selección de las muestras fue precedida de un riguroso estudio llevado a cabo por expertos textiles de la Universidad Politécnica de Turín y del Centro Internacional de Estudios de Tejidos Antiguos de Lyon bajo la supervisión de Michael Tite, jefe del laboratorio de investigación del Museo Británico.

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Proceso de datación a través de la prueba del Carbono 14

 COINCIDENCIAS CIENTÍFICAS.

Las muestras fueron analizadas en la Universidad de Oxford, la Universidad de Arizona y la Escuela Politécnica Federal de Zurich. Los tres laboratorios coincidieron en datar la tela en una fecha comprendida entre mediados del siglo XII y finales del XIV. Cualquier controversia científica al uso habría quedado definitivamente cerrada con el veredicto del radiocarbono, pero los defensores de la autenticidad del Sudario de Turín son aguerridos. El test del radiocarbono tiene un margen de error del 5%. Así, desde 1989 los crédulos se agarran a ese clavo ardiendo y, sobre todo, a la búsqueda de argumentos que desacrediten la prueba del carbono 14 y, en consecuencia, la profesionalidad de los científicos que la ejecutaron. Por un lado, se ha apuntado a la hipotética presencia de residuos bacterianos que habrían contaminado la muestra, alterando sensiblemente el proceso de datación; por otro, se ha cuestionado la idoneidad de las muestras analizadas dando cuerpo a la hipótesis de un rezurcido medieval añadido a la tela original del siglo I que, por alguna extraña razón, habría pasado completamente por alto a Michael Tite y su equipo.

La teoría cobró consistencia en manos de Sue Benford y Joe Marino, que tras analizar concienzudamente las fotografías de la muestra llegaron a la conclusión de que se trataba de un remiendo posterior. Raymond Rogers, otro célebre sindonólogo, ahondó en esta hipótesis al detectar en el Sudario una zona de tejido visiblemente más oscura, que coincidía, curiosamente, con la esquina de la prenda sometida a la prueba del radiocarbono. Y alrededor de esta controversia se gestó la conjetura del zurcido invisible. Rogers defendió que los hilos de la muestra escogida para la datación eran diferentes a los del resto del sudario, y que las microfotografías tomadas durante el estudio de la STURP a finales de los 70 habían pasado por alto el remiendo porque éste habría sido realizado por hábiles artesanos medievales capaces de realizar zurcidos sin dejar huella. Pese a sus múltiples problemas e inconsistencias, la tesis de Rogers sigue teniendo gran predicamento entre los adalides de la autenticidad de la tela. Aunque la munición de los sindonólogos no se agota con este argumento.

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Papa de Avignon.

TOQUE DE ATENCIÓN.

En una carta datada en 1389, Pierre D’Arcis, obispo de Troyes, alertó a Clemente VII, papa de Avignon.

RECIENTES INVESTIGACIONES.

El análisis del tejido de lino, que se ha propuesto como método alternativo de datación, remite, según algunos expertos, al siglo I y no a la Edad Media, una tesis rebatida por quienes sostienen que la técnica del tejido no es, en absoluto, propia de tiempos tan antiguos. Asimismo, un estudio realizado en la Universidad Hebrea de Jerusalén detectó en la tela la presencia de granos de polen pertenecientes, presuntamente, a especies florales típicas de Palestina. Max Frei, criminólogo suizo retirado, recogió muestras de polvo depositadas en doce puntos diferentes del lienzo que, supuestamente, reforzaban esta hipótesis. El problema es que Frei no documentó adecuadamente sus presuntos hallazgos, hasta el punto de que la STURP cuestionó la validez de su análisis por el escaso rigor científico del mismo. Otros estudios recientes, con todo, han insistido en esta línea de investigación, como los llevados a cabo por Marzia Boi, bióloga de la Universidad de las Islas Baleares, que supuestamente documentó la presencia de vestigios de ungüentos y flores que se utilizaban para ritos funerarios hace dos mil años. Si la hipótesis, no publicada aún en ninguna revista científica de referencia, tuviera peso, el debate científico quizá volvería a agitarse.

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Secondo Pia.

ADEMÁS.

Una imagen llena de misterio

Si un aspecto ha eludido hasta la fecha una explicación enteramente convincente acerca del Sudario es el enigmático proceso de formación de la imagen de una figura humana en él impresa. Dejando a un lado a quienes defienden que se trata de un efecto de la radiación resultante de un hecho milagroso (la resurrección), se han propuesto múltiples hipótesis. Paul Vignon es el gran valedor de la tesis de la vaporografía, en virtud de la cual los vapores emanados por el cuerpo envuelto en el sudario habrían grabado la imagen del muerto sobre la tela. De haberse producido tal fenómeno, no obstante, a la vista frontal y dorsal de la imagen se sumaría, necesariamente, una vista lateral.

PIGMENTOS EN EL LINO.

En 1898, el abogado italiano Secondo Pia defendió que se trataba de un negativo fotográfico; pero, si así fuera, las presuntas manchas de sangre no podrían ser rojas. La hipótesis del contacto plantea que la figura se plasmó en la tela debido simplemente al roce, pero en tal caso la imagen habría sido panorámica, con lo que el rostro y el cuerpo aparecerían deformados. El estudio de McCrone en 1979 apunta hacia una pintura, pero su identificación de partículas de pigmentos en las supuestas manchas de sangre ha sido rebatida por otros estudiosos. Aunque en los contados estudios realizados hasta la fecha no se han encontrado indicios de pintura en la imagen principal, algunos expertos sostienen que se trata de los restos muy difuminados de la pintura original, los de una efigie que parecía recién pintada, según el testimonio de las fuentes, en el siglo XIV.

 

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